viernes, 22 de mayo de 2009

UN TRUEQUE ERRADO



No encontré mi camisa de la suerte. Los zapatos estaban al costado de mi cama como todos los días, pero de la camisa nada. Ahí entendí que mi día empezaría mal. Era mi primer día de facultad y yo solo quería q fuese perfecto. A pesar de mis tantos problemas en casa pensé que mi nuevo año arreglaría algunos problemas de los que no podía escapar.
Llegué pasada las ocho treinta, después de dar varias vueltas por toda la facultad finalmente encontré mi clase. Era un curso de audiovisual donde estaba un profesor flaco, alto, con lentes y un traje que parece había usado toda su vida. Decidi dejar de lado su apariencia para poder concentrarme en encontrar un buen lugar para poder ver el video que estaban pasando a modo de introducción. Luego de cuarenta minutos de película, el profesor paró la cinta y aclaraba los ángulos de la cámara, temas de iluminación, etc. Pero mi curiosidad me llevó más allá.
Toque con timidez el hombro de un compañero bastante mayor que yo q se encontraba a mi derecha. Él solo se limito a decirme con una mueca que luego hablaríamos, al parecer se encontraba muy interesado en la trama de la película. Pasaron al menos tres minutos desde aquella interrupción de mi parte, cuando el flaco del frente nos cedió un cuarto de hora para fumarnos un cigarro, ir al baño, a la confitería o que se yo que actividad. Ahí fue cuando aproveche mientras le convidaba fuego a mi vecino, para preguntarle sobre la trama de la película. Sonriendo de una manera única me dijo que la película era de trama entendible, un sujeto llamado Bob le había cambiado el alma al diablo por riquezas y mucho poder, al parecer este hombrecito estaba muy satisfecho con dicho trueque.
Luego de escuchar ese trozo de película recordé con pesar todos mis problemas económicos, sin mencionar que tenia a mi novia embarazada de tres meses y sin sueldo para mantener a mi futuro hijo. Eso sin mencionar la cirugía de mi padre que la llevaba cuatro años esperando hasta juntar algo de dinero. Fue en ese momento cuando bromeando le dije a mi vecino lo fabuloso que seria que se nos presentara una oportunidad así. Él sonriendo me dijo que no era para nada imposible, que solo había que buscar a la persona indicada. Con una mirada muy simpática me dijo que en ese momento me encontraba con la persona correcta, intrigado lo mire sorprendido, sin saber que mas decir.
¿Estás listo para hacer un trato conmigo?, me dijo mirando hacia el campo de perfil hacia mí. Eso depende de que quieras a cambio, dije para ver hasta dónde iba con su “broma”. Fácil, solo pido tu alma y te cumpliré tres deseos q me pidas en este instante. Muy bien, me parece que lo que quiero es que mi padre no padezca ninguna enfermedad, tener una cuenta de ahorro ilimitada con tarjeta de débito y un Ferrari rojo con todos los chiches que pueda tener un auto.
De un momento a otro solo me miró, sacó un papel de su bolsillo y me dio una pluma roja que supuse era para firmar aquel pergamino de textura rugosa. Puse mi firma casi por inercia, y mi vecino sonriendo desapareció en una ligera cortina de humo. Sin saber que había sucedido metí mi mano al bolsillo y saque un llavero con un caballito negro en el llavero. Al salir a la playa de estacionamiento vi un lujoso auto rojo con unas llantas impresionantes y un brillo que deslumbraba a quien lo miraba. Me acerque medio temeroso y abrí la puerta como entendido del asunto. Luego lo encendí y fui a casa de Marta a ver si a ella también la había afectado mi pacto.
Tarde solo un instante en llegar a lo de mi novia, toque la puerta y me abrió vestida con un traje de pana liso y muy elegante, me miro sorprendida y me pregunto cómo me había ido en mi primer día. Le dije que mejor de lo que en realidad esperaba. Desde entonces todo fue muy raro, me levantaba sin dolores de espalda, sin preocupaciones, sin angustias… solo podía concentrarme en que gastar mi nueva fortuna.
Habiendo pasado veinte años, después de una vida sin privaciones decidí que mi hija tenía que estudiar en una universidad decente y muy prestigiosa. Mi padre hubiera estado orgulloso de ver que por lo menos un Torres se recibiría de licenciado. Decidí que lo correcto era llevar a mi hija Pía a su primer día, desde niña su sueño era conducir programas como su famoso y aclamado padre José Torres. Allí fue cuando caí en la cuenta de que la organización de la universidad era pésima en todas las instituciones. Estuvimos más de una hora para encontrar la sala de su primera clase.
Fue curioso experimentar aquel deja vu, ya que me vi a mi entrando de nuevo a un salón donde era el chico nuevo. Pero como toda historia tiene sus casualidades, la mía fue la de encontrar a aquel flaco de lentes con el mismo y oscuro traje eterno. Solo que ahora su pelo era más blanco y su velocidad de expresión se había reducido considerablemente.
Apenas entramos al salón Pía encontró dos asientos a un lado. Nos sentamos y pusimos atención a la película que estaba pasando en un televisor plasma situado en medio de la pizarra. Apenas sentí el nombre Bob, se me erizó la piel como nunca antes en mi vida. Recordé que la película era la misma, busque por todos lados a mi vecino para ver si asistía a estas sesiones en busca de nuevos clientes, pero nada. No lo vi en ningún lado. Supuse que ahora se vería diferente así que decidí dejar de buscarlo. Y puse mucha atención al desenlace de la película.
De repente me sentí interpretado por un mal actor al que llamaban Bob, estaba viendo el calvario que era mi vida sin darme cuenta. Noté que habían pasado veinticinco años sin haber sonreído, sin haber abrazado a alguien y sentirme querido. Me di cuenta de lo vacía que había sido mi vida. Y comprendí que con mi alma se habían ido todos mis placeres, todos mis gustos, mis manías. De pronto no era más que un conductor de noticias serio sin muecas, como de plástico y sin sentimientos. Salí corriendo de la sala para intentar despertar de una pesadilla que no era más que el reflejo de mi error. Estando afuera me senté en el capó de mi nuevo Ferrari con más usos que el anterior, pero de la misma calaña. Apurado e intentando calmarme saque del bolsillo de mi saco un cigarrillo importado y lo puse en mis labios. De repente una mano con un guante negro y un encendedor entre los dedos se acerco para encender al causante de mis males de pecho. Prendí mi cigarro, di las gracias y alcé la mirada. Era mi vecino con la misma mirada simpática y sonrisa tramposa que recordaba. No me asuste al verlo, pero me dieron unas ganas de golpearlo con todas mis fuerzas.
Mirándome fijamente a los ojos me dijo en tono tranquilo, “no tengas cuidado de acabar pronto el cigarro, todavía te quedan un par de días…” entré en pánico y solo se me ocurrió subir a mi auto y manejar sin rumbo. De repente me encontraba en la puerta de la casa de mis suegros, solo que ahora ya no tenía esa pintura de color verde manzana que habíamos comprado hace unos meses, y la ventana estaba destrozada, como algún momento la habían dejado las pedradas de los niños malos de la cuadra. Extrañado toque la puerta para preguntar qué había sucedido. Y ahí estaba Marta, con su mirada angelical de color verde y su sonrisa que calmaba todos mis males abriendo la puerta. La miré como hacía rato que no la miraba. La vi más joven, más delgada y con mucho más amor. De un momento a otro la abrace y voltee hacia la calle, y mi Ferrari ya no estaba, solo se encontraba el bocho que manejaba a los diecinueve años. Y mire mi traje importado desde Francia y noté que no estaba, había sido sustituido por una campera vaquera que llevaba en mi familia dos generaciones. Besé a Marta y salí corriendo a la calle a besar mi bocho. Había recuperado lo que había empeñado hace tanto tiempo: mi vida.

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