miércoles, 27 de mayo de 2009

SOLEDAD

¿Alguna vez te preguntaste si podías sentirte solo estando rodeado de gente? bueno, la verdad es que si. Todo empezó aquel martes lejano, mejor dicho todo termino aquel martes lejano. Empecé mi día levantándome tarde, mi reloj despertador se averió y la señora gritona de al lado por hoy decidió callar. Llegué un tanto retrasado a la fábrica, el tren también amaneció tarde hoy. En horarios del mediodía empecé a creer q algo andaba mal.
Las luces no brillaban tanto como en días anteriores, el silbido del horario de descanso sonaba más grave y hasta las paredes empezaron a tornarse un tanto más grises. Pero no fue sino hasta el horario de salida cuando camino a casa de Zaira me topé con mi abuelo. Un ser tan extraño como viejo. Un tanto distraído, lo traté como si lo viera con frecuencia, cuando la realidad era que sólo nos veíamos cinco veces al año; para su cumpleaños, el mío, la misa de mis padres, una que otra navidad y para el algún entierro de uno de los tantos seres extraños de la familia.
Me dijo sin más rodeos que le quedaba poco tiempo en este mundo, que la enfermedad de la abuela los iba matando a ambos poco a poco. Después de esos veinte minutos retomé mi camino a lo de mi futura esposa. A pocos metros de su casa fue cuando lo descubrí. Ella no me amaba. Quizá suene a que fue un sexto sentido, pero la verdad fue que la ví besándose con un tipo que no viene al caso. Sin otra cosa en mente que una decepción tremenda que me invadía, me abalancé hacia este sujeto que estaba en el lugar correcto pero en el momento equivocado, y por el impulso de mi enojo este personaje cayó. No recuerdo con exactitud lo que ocurrió después.
Después de un año leí en un viejo periódico que se golpeó la cabeza con un ladrillo mal ubicado. Pero eso no cambió nada, yo sigo encerrado en esta prisión sin poder ni querer hacer nada. Hoy más que nunca me siento solo, rodeado de otros 56 presos y 42 efectivos policiales… pero solo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario