viernes, 22 de mayo de 2009

LA MARAVILLOSA MEDIA HORA

Media hora no puede cambiar tanto mi mundo, pensé. Cuando con las siete de la tarde
pesándome en cansancio después del trabajo, llegué a mi casa, teléfono en mano y me enfrenté mano a mano con el 4216428. Una voz melodiosa atendió mi llamado. Hable algún tiempo con la dueña de aquella encantadora voz. Nos dimos cuenta de todo lo que teníamos en común. Luego de aquella experiencia mi vida cambió por completo.
Me di cuenta de lo bonito que es amar, aunque me enfrentaba con el rollo de los celos, amores no correspondidos, diferencias secundarias que te impiden lograr ese precioso objetivo que es estar con la persona amada. A pesar de todos los inconvenientes que vienen con el amor me decidí a amar por primera vez.
Muchas veces me dijeron que el amor duele, pero también me dijeron que es hermoso estar con una persona correspondida. Fue una mezcla de opiniones que llegaron de distintos puntos de mi vida, pero decidí amar…
Tiempo después de conocernos un poco, tras algunas peleas por problemas de amores pasados, todo llevó a peleas y reconciliaciones. Yo era nuevo en esto. Ella al parecer, no.
Así fue que me encaminé en el mundo del amor. Aquella mujer disparaba palabras que en otra voz hubiesen sonado normales o sin sentido. En ella era poesía pura. Como poesía era su figura y su rostro de ángel. El caso es que después de ese día en que enuncié por primera vez un “te amo”, el sol era otro, la luna la cambiaron y el color de las casas y el aroma del aire y el cielo me abrazaba de una manera diferente, con cariño. Era feliz con el solo hecho de pensar en ella.
Siempre tenía prioridades, pero no me importaba, el amor era más fuerte. Pero aunque la sentía tan mía, no lo era. Nunca le saqué un beso, nos vimos solo un par de veces. Pero he aquí la parte cursi de la historia, la cosa es que no me hacía falta darle un beso, creo que lo que teníamos era tan fuerte que no hacía falta expresarlo, era un amor tan puro que no necesitábamos expresarlo de las formas tradicionales. Ahí entendí que lo nuestro era especial.
Pasaron muchas cosas desde aquel jueves en que llamé por primera vez al amor de mi vida. Todo era maravilloso, hasta que comenzó el problema de lidiar con los sentimientos.
Un día llegó el momento de pelarnos, siempre pasa en todas las relaciones, no veía por qué en la nuestra no iba a llegar. Pero supuse que lo solucionaríamos. En aquél día comprendí que nada sería igual. Allí empezó a cambiar su “te amo” por un solo “te quiero mucho”, quizá nunca se dio cuenta de lo que significo ese cambió para mí, o quizá si, pero no dijo nada.
Llegamos al punto en que me miró fijamente a los ojos y no dudo en decirme que salga de su vida para siempre, allí intenté cortar de raíz el sentimiento que seguía creciendo dentro de mí. Luego de tres días, un miércoles para ser exacto, llamó. Me sorprendió su llamado, de verdad. Pero lo que más me sorprendió fue la propuesta, la de ser “amigos”. No es nada raro, pensé, pero viniendo de ella me sorprendió la actitud. Nadie dice: “¡no quiero que me molestes más!”, mirándote a los ojos, y tres días después te llama diciendo que quiere ser tu amiga. Pero bueno, como pobre hombre enamorado dije que sí.
Allí fue que comenzó a tratarme como amigo, y yo hice igual. Nos sentíamos diferentes, bueno, me sentía diferente. Sentía que tenía obligaciones con ella, como si fuera el novio. Pero no lo era. Y ella lo tenía bien en claro.
Algún día cercano a la fecha, aclare todo y me quedé tranquilo. Hablé con ella y aclaramos los límites de nuestra nueva relación. Ahora solo somos amigos, muy buenos por cierto, pero en lo profundo de mi corazón sigue presente aquel sentimiento que empezó desde aquel: “hola, ¿sos Lulú?”.
Hoy, ella está de novia con un buen chico, simpático y muy buen mozo al parecer. Yo, embriagándome cada vez que puedo para borrar su recuerdo e intentar opacar su amor con otros pasajeros. Y otra vez antes de dormir, media hora no puede cambiar tanto mi mundo, pensé.

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